19/12/12

Proyecto CERES: Espacio público y dispositivos de creación colectiva

CERES es un proyecto de instalaciones interactivas y sonoras situadas en el espacio público de la ciudad de Concepción: Tribunales de Justicia, Plaza Perú y Plaza de la Independencia fueron los lugares escogidos para su realización. Haciendo lugar en estos hitos de reconocimiento simbólico dentro de la urbe penquista, las acciones emulan el modelo del juego la “pesca milagrosa”, invitando a los transeúntes a participar efectuando una intervención directa, jugando a pescar en las fuentes de agua y activando los dispositivos sonoros incorporados a las cañas de pescar que disponía la propuesta. 

En esta línea, es decir, en el uso activo de la ciudad como plataforma de acción creativa, hemos visto la emergencia de una serie de procedimientos e iniciativas que han tomado el espacio público como una instancia apropiada para el desarrollo de manifestaciones artísticas de diversa índole, proyecto CERES se inscribe dentro de este marco, pero a la vez aporta un factor que me parece aún no ha sido del todo explorado, me refiero a la producción de acciones cuyo eje fundamental se sostiene en la participación abierta e imprevista de un público espontáneo, factores sin los cuales la acción no puede consumarse en tanto acontecimiento creativo. Por otro lado, la implementación de dispositivos interactivos, conjugados con medios de producción sonora, abren un interesante campo de experimentación que puede apuntar a un desarrollo más sostenido en el futuro. 

Superando las fórmulas del arte urbano suntuario o conmemorativo, propuestas como éstas se plantean otro tipo de exigencias, que en último término deben ser resueltas en el momento de su propio acontecimiento, es decir, los preparativos y el trabajo de coordinación previa no hacen más que disponer el marco de una experiencia colectiva que será indisociable de una alta cuota de riesgo e incertidumbre en relación a la respuesta producida. No puede haber cálculo, entonces, de unos objetivos fijados bajo el modelo convencional de la exposición de obra. Y sin embargo, es ésta condición transitoria y alejada de certezas la que constituye su mayor potencial, en tanto permite abrir un espacio espontáneo de acción y reflexión compartida. Decíamos que proyectos como CERES, preparaban el marco para la realización de una experiencia colectiva no calculada, en este caso, el marco está dado por la reproducción del juego “la pesca milagrosa”, a mi juicio, el interés o seducción que genera el juego va de la mano con la intención de generar un acto de implicación entre todos quienes deciden participar, en este sentido, el juego se presenta como una herramienta que permite articular un espacio imprevisto de acción colectiva, produciendo así una “diferencia” en la vivencia acostumbrada del espacio público. 

Ahora bien, cuando hablamos de la participación como eje fundamental de proyecto CERES, nos estamos refiriendo a un acto compartido sin desconocer todas sus fricciones y tensiones: incredulidad, entusiasmo, confrontación, diálogo, interpretaciones diversas, etc. Esto es también asumir el carácter que debemos otorgar a las relaciones que produce la práctica artística, en tanto diferenciadas del modelo de relaciones que se nos imponen bajo la lógica del consenso y la unidad total; pues ya sabemos que las coerciones de poder, los medios de comunicación, las estéticas de consumo, reproducen todas la ilusión de un efectivo consenso y participación de los sujetos en la construcción de realidad. En este sentido, proyecto CERES intenta hacer vislumbrar una apropiación mayor del espacio público a través de procesos creativos y simbólicos que hagan de la ciudad un lugar de reflexión y acción compartida. Todo esto requiere una elaboración crítica de las estrategias de participación del arte, en tanto inscritas en una experiencia que se encuentra por sobre la modalidad básica de acción y reacción, en donde “ (…) la práctica estética específica pasa a ser el proceso y la experiencia, antes que la forma-imagen u objeto resultante. Incluso puede definirse como resistencia a producir producto. No se trata, pues, de un arte participativo, sino de un arte de participación: una práctica de este tipo no pretende hacer participar a otros, sino permitir a los participantes el involucrarse en una experiencia dada”.[1]

Proyecto CERES se enmarca dentro de las prácticas artísticas que en el último tiempo se han propuesto tensionar nuestra mirada sobre la cultura local (y extensivamente, en lo que toca a una comunidad en general), efectuando acciones cuyo margen de maniobra no se constriñe a los espacios de exhibición convencionales, sino que acontecen en sitios que simbolizan la esfera pública, evidenciando ante todo el valor de la experiencia en su potencialidad crítica y relacional. Artistas como Lorena Muñoz, responsable de proyecto CERES, vuelcan su trabajo hacia la producción de marcos, situaciones, al interior de las cuales la experimentación colectiva permite generar líneas de fuga que en algún grado tensan las formas de relación establecidas, haciendo posibles nuevas formas de encuentro y subjetivación. 

[1] García Navarro, Santiago. (comp.) (2005). El pez, la bicicleta y la máquina de escribir: un libro sobre el encuentro de espacios y grupos de arte independientes de América Latina y el Caribe. Buenos Aires: Fundación Proa. Pág. 103-104. 

Galería Balmaceda Arte Joven Bío Bío y sus procesos de implicación

Intentar abordar en un texto como éste, la serie de propuestas seleccionadas para el periodo 2010 de la galería Balmaceda Arte Joven Bíobío, resulta una tarea difícil en tanto cada una de ellas manifiesta particularidades que requieren de una reflexión propia para ser atendidas en su más amplia significación. Sin embargo, es posible apuntar ciertos factores que las hacen converger y que se encuentran directamente asociados al eje curatorial asumido por la galería a partir de su primera convocatoria en adelante[1]. En este sentido, y ya cumplidos tres años de actividad en nuestra ciudad, es también la oportunidad de cotejar el papel que ha cumplido la galería a través de un proceso de trabajo que buscó impulsar el desarrollo de propuestas artísticas que abordaran abiertamente la relación con el contexto y que plantearan estrategias de vinculación con el barrio donde se emplaza el centro cultural. Entonces, ¿qué cualidades podemos extraer de una convocatoria decidida a favorecer obras que, más allá de alcanzar un efectivo uso formal de los recursos propios del arte, permitiesen articular relaciones que trascendieran lo meramente estético? 

Un concepto apropiado para el eje curatorial propuesto, dice relación con las diferentes modalidades de “implicación” que dispone la práctica artística contemporánea, es decir, la capacidad de tramar relaciones que desbordan el marco de sus recursos representacionales y que transforman el acto creativo en un acontecimiento inscrito en la contingencia de una realidad particular; todo esto, dando lugar a una experimentación de los medios de producción, distribución y recepción de las obras. Por otro lado, la invitación explícita a realizar propuestas según la orientación antes señalada, predispuso condiciones para establecer un área conjunta de trabajo dedicada al desarrollo de estrategias didácticas por parte de la galería. 

Por cierto, esto no se condice con la idea de un “arte sociológico”, ni con hacer de la práctica artística un espacio esencialmente participativo. De lo que se trata, más bien, es producir relaciones y significaciones más allá del espacio material de la galería, efectuando intercambios simbólicos con el territorio, los cuales indudablemente pueden resultar complejos o friccionados, pero que sin embargo permiten abrir un espacio común para la reflexión y la discusión. En este marco apreciamos las propuestas seleccionadas en la convocatoria 2010, bajo la idea de que la práctica artística representa un dispositivo de acción que posibilita nuevas formas de relación, en donde la experiencia estética se encuentra cruzada por el acontecimiento social. 

Así entonces, al dar una mirada a las obras presentes en este catálogo, vemos procedimientos artísticos que exploran, cada uno a su manera, diferentes alternativas de implicación y problemáticas propias de la relación entre las obras, la galería y el territorio que acoge a Balmaceda Arte Joven. La relación entre lo público y lo privado, la composición simbólica de los espacios, la memoria colectiva, el territorio, la realización de dinámicas de trabajo asociativas, etc., son campos de acción explorados por los artistas seleccionados y que ponen en relieve planos de significación directamente vinculados a una realidad concreta, situada, actual. Por último, son diversos también los procedimientos artísticos desplegados (pintura, instalación, fotografía, cómics), a través de los cuales se manifiesta la intención de generar un espacio compartido de vinculación y reflexión. 


[1] La primera convocatoria fue elaborada en asociación con el colectivo de artes visuales mesa8, estableciendo un marco curatorial que buscaba generar nuevos procesos de intercambio entre las obras que acogía la galería y el territorio en donde se encuentra emplazado el Centro Cultural Balmaceda Arte Joven Bíobío.

Arrumaco

La expresión libera afecto, y el afecto es lo que mueve. La presencia, la gestualización y el habla transforman la cualidad del contacto entre las personas, crean tanto quiebres como junturas, y las técnicas expresivas del arte pueden multiplicar estos cambios inmediatos a lo largo de miles de caminos de la mente y los sentidos.
Brian Holmes, Manifiesto Afectivista

El nombre dado al proyecto que presentan Carmen Cares y Loreto Zambrano, pone de manifiesto una de sus cualidades más relevantes: Arrumaco, demostración de afecto, experiencia de un acto compartido. Ello a partir de la coordinación y producción de un tejido colectivo en el cual han colaborado personas de diversa índole, pertenecientes a organizaciones sociales, jefas de hogar, amistades, etc.

La cualidad afectiva de Proyecto Arrumaco – y su carácter de experiencia colectiva – alcanzan además una dimensión significativa en tanto el proyecto se desarrolló durante una coyuntura marcada por las consecuencias del terremoto y tsunami que impactaron a las regiones del sur de Chile. En este sentido, Proyecto Arrumaco sintonizó con la emergencia de muy particulares iniciativas que, en un contexto de crisis generalizada, trabajaron en la recuperación de un ya antes extraviado sentido de comunidad. 

De este modo, la producción de los tejidos que han aportado cada una de quienes participaron el proyecto – y que de forma modular dan cuerpo al volumen escultórico final que se dispone para ser experimentado en sala – se superpone a la idea de entramado social. 

¿Qué emerge en tal articulación efectuada desde el marco de las prácticas creativas contemporáneas? Pues bien, una serie posibilidades que se presentan como el excedente más interesente de aquellos procesos simbólicos implicados en el hacer y en la experiencia compartida: se hace latente una activación de la memoria, se vislumbran nuevas formas de relación, se manifiestan singulares procesos intersubjetivos e identitarios, etc. Es en este plano que el “afecto” aparece como una cualidad constitutiva de Proyecto Arrumaco, en tanto se encuentra directamente vinculado a la potencia que abren la conformación de redes y la generación de nuevos (otros) espacios de intercambio y sociabilidad, condición presente en el proceso de esta propuesta. 

Hay quienes sostienen que este viraje hacia prácticas afectivas y colaborativas – que suponen la coordinación de una diversidad de agentes en función de un acto creativo – hace emerger la “perdida” capacidad transformadora del arte. Esto queda para nosotros como una interrogante, siempre atingente y movilizadora; pero sí podemos depositar en el arte la expectativa cierta de unas acciones destinadas a generar espacios temporales y circunstanciales en los cuales emerjan otros modos de relacionarnos, interactuar y compartir. Esto determina con claridad la función de un arte que, por sobre el anacronismo de la pretendida autonomía y autosuficiencia del espacio artístico, cifra sus expectativas en la gestación de experiencias que hagan temporalmente efectiva una desestabilización de las economías de sentido imperantes; en este plano, más que un objeto a contemplar, las obras se presentan como un proceso a experimentar, cuestión que resulta clave en la apuesta simbólica de Proyecto Arrumaco y su entretejido de vínculos sociales…“crear vínculos. ¿Qué tendría de estético esto? Lo que tiene de social es bastante evidente: que alguien junte a la gente parece una función social. Lo que tiene de estético es que hay una apuesta fuerte por la visibilidad, por cosas que se ven y por hacer del arte una manera de crear sociedad”[i] 

[i] José Fernández Vega, en “El pez, la bicicleta y la máquina de escribir: un libro sobre el encuentro de espacios y grupos de arte independientes de América Latina y el Caribe”. Buenos Aires: Fundación Proa.