Perturbar las coordenadas que organizan el recorrido. Por un instante, señalizar la ética de la separación que subsiste en el diagrama territorial de la sociedad.
Este ejercicio propone una fugaz interacción con la imagen reconstruida de una señalética urbana, la cual es movilizada e instalada momentáneamente en las esquinas del cuadrante de la Plaza de la Independencia; las direcciones que apunta han sido reconfiguradas: sus vectores identifican comunidades segregadas, cargadas de una conflictividad continuamente reproducida por la prensa local.
Yuxtapuesta a las señaléticas de uso habitual, esta otra SEÑALÉTICA nos hace ver algo más que el antagonismo básico entre centro y periferia. Más bien, el carácter “mínimo” de la acción – su movilidad y fugacidad – nos induce a una lectura desasida de la retórica moderna sobre la marginalidad. Aquí, la crítica de la separación acontece menos en la denuncia de una polaridad que en la presencia de un cruce imaginado, y es precisamente en el carácter trucado de esta intersección que la relación se revela como ausencia. Un juego de signos que vuelve la mirada sobre el carácter fragmentado de la ciudad, en donde la relación y el reconocimiento entre comunidades ha sido depuesto por la conectividad de las autopistas y la privatización del espacio público. Y es que la ciudad de los anuncios, las imágenes y las luces – ese régimen estético de la circulación, se levanta sobre un campo tensionado de coerciones y relaciones de poder; es la ética del progreso del Gran Concepción, avanzando a la medida de su propia fragmentación social.
Emergencia, Leonera, Costanera, Boca Sur, Tte. Merino… acaso el potencial político del arte contemporáneo se encuentre en una práctica de la (des)-identificación que subvierta el aislamiento e invite a nuevos modos de relación. Me parece que SEÑALÉTICA hace el juego con esa tensión, entre la identidad como representación que impone un trato sectorizado de la sociedad y la (des)-identificación que se vislumbra en el acto de alterar los dispositivos que sostienen el lenguaje de la exclusión. En fin, perturbar el uso cotidiano de los signos, inquietar y señalizar la fragmentación del ordenamiento social pueden constituir un primer ejercicio para efectuar otros modos de reconocimiento, identidades que se construyan en una dinámica de cruce y movilidad.
Redacté este breve texto para el ejercicio de Oscar Concha, SEÑALÉTICA. Forma parte de la iniciativa de registro y comentario de intervenciones en el espacio público Mínimo Esfuerzo-Máximo Resultado, organizada por la Octava Mesa de Artes Visuales
Fotografía_Diego Letelier
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